Terminé mi café americano, me fui a pedir otro en el recinto y, cuando salí, me acerqué hasta la peña de señores, ni una mujer, que andaban conversando sobre política.
“¿Les importa si me uno a ustedes en la conversación?” Sonrisas, alguna sorpresa y recibo el beneplácito.
Se lanzan algunas risas guasonas cuando me informan que estoy ante “los diputados” y “doctores”, pues, entre ellos, alguno lo fue en la época de Osvaldo Hurtado (presidente de Ecuador, 1981-1984). Conociendo el espíritu guayaco mantuve un discreto asentimiento y me uní al espíritu animado que presidieron aquellos instantes.
Estaba sentado preparándome el café y un cigarrillo de liar; pensé que seguirían hablando pero, cambiando de tercio, me preguntaron de seguido:
– ¿De dónde eres?
– De España.
– La madre patria.
– Ya nadie dice eso. – dije sonriendo.
Esta peña representaba bien la mezcla de piel y rasgos físicos que existe en el Ecuador contemporáneo: la mayoría sería lo que allí se denomina mestizo, aunque eran más altos que la media. Otra minoría caucásica, uno con la piel blanca; otros más morenos o cobrizos, consecuencia lógica de vivir en un país con tanto sol. En fin, una mezcla variopinta del guayaquileño; pero la mayoría principal eran los que tenían sobrepeso y uno de ellos tendrá que pensar en dejar de crecer horizontalmente; si acaso dos o tres de aquellas 12 personas eran delgados. Una proporción extrapolable al resto del país. Las diferencias radicaban más en sus bolsillos; ellos podían permitirse el lujo de tomarse un café o un refresco en la terraza de El Español; sus vestimentas eran distintas a la media, sobre todo los zapatos y cinturones; aunque era agradable ver que no todos vestían con el mismo aspecto ni iban trajeados ni encorbatados. El otro aspecto que destacaba era el léxico empleado y la pronunciación de las palabras: se notaba que tenían una educación recibida y estaban acostumbrados a leer.
– Mariano Rajoy, del partido popular es el presidente -, continuó otro.
– Ya veo que hasta aquí llegan las malas noticias – dije. Sonrieron.
– Actualmente hay un paro tremendo; las noticias son preocupantes – dijo uno de los que llamaron diputado. Parecía conocedor de la situación económica española; igual tenía negocios allí.
– Sí, así es. Todo lo que hayáis leído o visto en los medios de comunicación se queda corto frente a la realidad. – Expuse unos simples números acojonantes del desastre de la crisis.- Pero, bueno, dejemos España que no tiene futuro y vayamos a Ecuador que tiene un presente prometedor.
– No, no, no. El partido de la derecha está encarrilando la economía; el país mejorará.- dijo el diputado.
El rostro de los demás también reflejaban interés por saber mi opinión. No me quedó más remedio que hablar de España, así que lo hice seguido y machacando. Me fumé un cigarrillo de liar entero y el café se enfrió, martilleando las miserias del rescate bancario y las reformas legislativas, del gobierno español, encaminadas a empobrecer la sociedad dada la abultada deuda externa adquirida, en la época del ladrillo, por un 2,5% de la población. Cuando terminé, todos nos pusimos de acuerdo, tácitamente, en hablar de Ecuador.
La edad media de los presentes rondaba la sesentena; empezamos en un orden pero las sillas cambiaban; unos se iban, otros llegaban durante el coloquio. Al menos siempre eramos entre ocho y doce personas, pero sólo podría reconocer, hoy día, a siete. Si alguno leyese este texto, por una casualidad, pido benevolencia.
– ¿Consideran que ganará Correa a una o dos vueltas? – pregunté.
Con esta cuestión se inició un debate agitado. El primero en hablar fue el más veterano de todos, y también el más follonero. Sus amigos ya debían conocerlo, porque algunos se mantuvieron callados casi todo el rato. Calificó a Correa de todo menos guapo. Cada vez que realizaba una pregunta, era el primero en contestar y refutar mis argumentaciones. Supongo que cuando era pequeño el profe tuvo que castigarlo unas cuantas veces.
– Veamos. ¿No váis a reconocer la cantidad de infraestructuras que ha hecho que, además, siendo empresarios de la construcción algunos, como decís, os habrán beneficiado? La inflación se mantiene en un 3%, la pobreza ha disminuido. Ha mejorado la recaudación de impuestos de tal manera que se ha convertido en el primer ingreso del estado por encima del petróleo.
– A ver, a ver, ¿cómo te llamas? – me dijo uno de ellos, fumándose un buen puro y que era el más obeso de los presentes. Le dije mi nombre y, a continuación, calificó al gobierno de Correa de usurpador y antidemocrático; no había libertad de expresión y prácticamente vivían en una régimen opresivo.
– Hala, hala. Ya estamos exagerando.