Huyendo del ruidismo automovilístico guayaquileño me adentro en el campus de la universidad de Guayaquil, de entidad pública, y eso quiere decir reformada y modernizada por la Revolución Ciudadana, que en las elecciones del 2013 se realza con el eslogan Rafael Correa ReelecCión.
Menuda revolución ha supuesto este gobierno para el Ecuador: lo ha puesto patas arriba. No hay institución pública que no haya sido cuestionada. Se han impuesto unos estándares internacionales de calidad y las universidades, públicas y privadas, no iban a ser una excepción.
La universidad de Guayaquil se sitúa en la categoría D, la última, en la segunda evaluación (noviembre 2013) realizada por el Ceaaces (Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior); el año anterior hubo la categoría E y se cerraron 14 universidades. Dentro de dos años se volverá a evaluar y desaparecerá la categoría D. Ya, antes, le tocó al bachillerato y la educación primaria con miles de maestros prejubilados o despedidos por no superar los exámenes de nivel, requeridos por el ministerio de Educación, además de certificar títulos universitarios adecuados, y no se reconocían los de todas las universidades.
El presidente Correa y su equipo de gobierno son conscientes de que sólo hay un futuro: el del conocimiento.
Paseo un poco por la plaza central del campus y me siento a descansar: llevo un par de horas caminando y fotografiando aquí y allá. Me animo pensando en las terrazas del malecón del Salado: un café americano y una birra Club verde me esperan. Qué calma se respira aquí. Oigo el sonido de los pájaros por primera vez en Guayaquil. Nadie se puede imaginar el ensordecedor ruido de los coches pitando por llegar a casa. Son las cinco de la tarde y medio Guayaquil finaliza su horario de trabajo. Tengo claro el camino que debo seguir para retornar a la casa de la 11: yendo por el malecón del estero Salado. Por nada del mundo iría por la calle Ayacucho o cualquier otra adyacente.
Como en cualquier universidad abundan carteles de proselitismo político, sobre todo de la izquierda; ahí estaba Alberto Acosta como candidato a la presidencia por el movimiento Unidad Plurinacional de las Izquierdas, una asociación de 10 partidos de los cuales destacan el MPD (Movimiento Popular Democrático) y Pachakutik (indigenista). El MPD siempre fue fuerte entre los estudiantes y el profesorado, pero estaba perdiendo enteros, a marchas forzadas, en sus protestas antigubernamentales. No sólo la derecha era golpeada por esta Revolución Ciudadana, sino también la izquierda revolucionaria de toda la vida y que más parecía otro cartel mafioso con arraigada base en el funcionariado y los sindicatos estudiantiles. Coincidieron en la Asamblea Constituyente y en la Constitución de Montecristi, pero en 2011 se fueron alejando de Alianza PAIS.
Las artes también se difunden por medio de carteles como un evento cultural llamado “Literarte” [< clica y verás (`] dedicado a la literatura y la música (blog específico en http://blogliterarte.wordpress.com/). Es la primera vez que se celebra dicho acto organizado, entre otros, por el joven escritor Jorge Vargas Chavarría.
Tras descansar, y solazarme con los edificios y árboles de alrededor, me interno por un paseo curvilíneo que rodea el estero del Salado, desde el cual se ve el puente 5 de junio que lo atraviesa. Piragüístas se entrenan en sus aguas todavía limpias; más adelante muertas de asco y convertidas en basural por el desmesurado crecimiento de invasiones humanas que destruyó el manglar de sus orillas. El gobierno se ha propuesto recuperar el estero en toda su longitud y llevan un año oxigenando el agua y retirando escombros del fondo. Realmente sería turístico llegar al río Guayas en barcas eléctricas o como taxis acuáticos. Basta fijarse en Amsterdam o Venecia.
Es hora de abandonar el campus de la Universidad de Guayaquil y disfrutar del Malecón del Salado en sus terrazas.
A la salida pregunto a una veintena de estudiantes quién representa la estatua que hay delante de la entrada. A mi me parecía que era Salvador Allende pero pensé que podía ser, también, alguna eminente personalidad guayaquileña que ignoraba. Ninguno supo responder. Luego me enteré, por Google, que el campus recibe el nombre de Salvador Allende.
Gracias por interesarse por nuestra entrevista a los creadores de “Literarte”.
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Al contrario. A vosotros por entrevistarlos.
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